«La historia tiene, sin embargo, otra utilidad distinta y mayor.Amplía la imaginación y sugiere posibilidades de acción y de sentimientos que no se le habrían ocurrido a un espíritu no instruido» Bertrand Russell[1]
Una de las ideas más esgrimidas para descalificar el laicismo es la que refiere a la creencia de las mayorías, la cual ha servido para justificar la presencia de la religión católica en la escena pública. En Colombia, no es extraño encontrar ceremonias religiosas o actos de proselitismo religioso en entidades y colegios públicos, lo cual constituye una violación al carácter laico el Estado consagrado en la Constitución Política de 1991. La idea de las mayorías constituye una falacia ad populum, pues se basa imponer lo que piensa una minoría a la mayoría. El Estado laico, al contrario, se basa en fundamentar la ley sobre lo que es común a todos los hombres (i.e. el interés común), excluyendo la dominación fundada en un credo impuesto a todos por parte de unos pocos[2].
Este laicismo implica que la educación debe ser aconfesional, es decir, las aulas de clase no deben ser usadas para el proselitismo religioso. Este principio ha sido ignorado por la mayor parte de las instituciones educativas, en las cuales la clase de religión (y en muchas ocasiones, las de ética y democracia) se ha convertido en un espacio para promover la fe católica[3].
Como la clase de religión hace parte de sistema educativo, un pensamiento bastante sensato es convertir ese espacio en uno dedicado a la enseñanza interdisciplinaria de las distintas religiones, fenómenos religiosos y opciones no religiosas en la historia de la humanidad y del presente, para promover un aprendizaje libre de imposiciones y que permita al estudiante elegir su propia opción espiritual, sí así lo desea, además de ayudarlo a comprender a otros con distinto pensamiento en un ambiente de tolerancia.
Una enseñanza de este tipo ayudará a entender la importancia del Estado laico. Sin ir más lejos, actualmente la diversidad religiosa en Colombia es notable debido a la proliferación de iglesias cristianas no católicas, la presencia de religiones tradicionales de los pueblos indígenas y afro, una mayor presencia de no afiliados a alguna religión incluyendo ateos y agnósticos, además de afiliados a otros credos minoritarios como el islam. De forma que se entiende lo que la imposición de un rito religioso sobre un practicante del budismo, por ejemplo, puede significar para su libertad de conciencia y culto.
Por otra parte, este enfoque disminuye las probabilidades de discriminación por motivos religiosos. Al conocer el pensamiento religioso del otro, es menos probable que se le vea como el enemigo y, en este sentido, se le discrimine y se le den menores oportunidades. Existen numerosos casos de discriminación en lo colegios basados en las creencias religiosas de algún estudiante, por parte de sus compañeros y de los mismos profesores.
Finalmente, desconocer las diferentes religiones es desconocer una parte fundamental de muchas culturas, de la historia de otras naciones y de nuestras conductas. Copiando las palabras de Bertrand Russell sobre la historia en el epígrafe de ese artículo, el conocimiento de las distintas religiones y opciones no religiosas amplía la a imaginación y sugiere posibilidades de acción y sentimientos. Así, no se cae en despreciar al otro por pensar distintos, por el contrario, se trata de entender con conocimiento la postura del otro.
[1] Russell, Bertrand (1993). Ensayos filosóficos. Ediciones Altaya, S.A. [2] Sanabria-S., Fabián (2006). “La laicidad: un requisito para la educación pluralista”, Revista Educación y Pedagogía, Medellín, Universidad de Antioquia, Facultad de Educación, vol. XVIII, núm. 44, (enero-abril), pp. 51-60. [3] Redacción Judicial (2015, 11 de febrero). “El calvario de una familia atea”, Diario El Espectador.
Escrito por Francisco José Chaux Guzmán. Escritor en formación, dedicado a la poesía y la narrativa. Economista de profesión, trabaja en el análisis de datos sobre pobreza y desigualdad. Librepensador y humanista secular.
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